Texto: Ramón Cordero
Diseño: Catherine Zúñiga
Esa tarde en que la vida transcurría normalmente en
casa de los García, súbitamente, el sonido del teléfono
interrumpió la armonía familiar.
Casa
de la familia García. ¿Sí, quién llama?
(...) maestra Lupita, qué sorpresa; cómo está...
(...) ¿Un problema? ¿Juanito? ¿Mañana en
la dirección? (...) No será algo grave, ¿o sí?
La
desgracia había llegado a la familia García. Citados en
la dirección de la escuela para recibir una queja de Juanito.
¡Qué vergüenza, qué oprobio, nunca hubiera
pensado que un hijo mío me pusiera en este dilema! Pensaba papá
García. Ante la falta de información -aunque con seguridad
tendrían al día siguiente-, Juanito se vio sometido a
un intensivo interrogatorio digno de mejores causas, como el esclarecimiento
de un crimen. ¿Por qué nos llaman de la escuela? ¿Qué
hiciste? ¿Qué has roto, muchacho? ¿Estás
faltando a clases? ¡Confiesa, di la verdad! ¿Le hiciste
alguna grosería a la maestra?
Claro
que Juan no tenía ninguna respuesta que dar: al igual que sus
papás, no sabía de qué se trataba.