Por supuesto que comentarios como el de la prima Luisa hacían que el señor García se sintiera gratuitamente atacado, así que decidió salir de dudas de una vez por todas. Recordó que el día anterior había visto, al pasar por un puesto de periódicos, una revista de colores que en su portada destacaba un artículo de actualidad: "Aprendizaje actual y vidas pasadas". Luego de una lectura concienzuda del artículo de la "doctora" Khathya Krystall, llegó a la conclusión de que el problema de Juanito se debía a un karma que venía de la reencarnación anterior, en la que el niño había sufrido la energía negativa del desorden de los astros por efecto de una constelación en crisis; pero que podía ser resulto con toda facilidad, si se preparaba un extracto de lengua de unicornio europeo con polvos de oreja de una gallina mutante.

Serenando este compuesto en luna nueva de un 30 de febrero, tenía un remedio infalible y garantizado por la autora, toda una "eminencia" en el campo de la ciencia educativa. Desafortunadamente, nadie tenía la delicadeza de cuidar que estas conversaciones no fuesen escuchadas por Juanito, quien cada día iba perdiendo seguridad y comenzaba a dudar de su propia normalidad.

Había ya experimentado el desconcierto de unos cuantos sopapos injustificados, recetados por Doña Pompeya. Se había preocupado por no levantarse del sillón durante cuatro horas seguidas para comprobar si el tío José tenía razón en su idea del déficit de atención (imposible lograrlo). Intentaba distinguir, sin resultados positivos, el sonido que hace una cucaracha al masticar, tan sólo para averiguar si no tendría algo de la sordera mencionada por la comadre Martha.

Intentaba leer hasta las letras más pequeñas que aparecían en las etiquetas del supermercado para comprobar si había miopía o no (vale decir que las letras pequeñas de los contratos para él eran ilegibles). Se miraba por largos ratos para detectar las semejanzas con su padre, y hasta buscaba en Internet algún sitio donde pudiera obtener información acerca de la lengua de los unicornios o las orejas de las gallinas mutantes.

Pobre Juanito: la profecía de la prima Luisa se convertía en realidad. De hecho las expectativas de todos se cumplían, al menos desde la visión del niño. Luego de un par de semanas se sentía miope, sordo, tonto, loco y lo que se acumulara en los próximos días.

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