Las narraciones de las abuelas señalan que los referentes católicos, religiosos y eclesiales organizaron en gran medida sus experiencias sociales y familiares, adquiriendo un carácter predominante en sus vidas. La obediencia total a la palabra del padre o del esposo, de la cual hablan estas mujeres, rememora el vínculo de sumisión y obediencia a las jerarquías eclesiales. Asimismo, los eventos y festividades colectivos estaban relacionados con el mundo religioso y varias de sus actividades cotidianas también se regulaban por estos rituales y prácticas. Como lo confirman algunas mujeres, las visitas a los templos y la asistencia cotidiana al culto, ofrecían a las abuelas oportunidades de observar y ser observadas por los pretendientes y alentar futuras relaciones amorosas. Estos escenarios concuerdan claramente con las descripciones que tanto Julia Toñón como Marta Eva Rocha nos hacen en El álbum de la mujer (Tuñón, 1991; Rocha, 1991).

Las abuelas hablan de familias numerosas (descendencia hasta de 15 y 17 hijos), en su mayoría de tipo ampliado, que además de estar constituidas por padres e hijos, incorporaban en su seno integrantes muy cercanos como los abuelos o personajes con parentescos en segundo o tercer grado.

Las familias de origen de las abuelas mantenían un régimen autoritario. A excepción de una de ellas, el resto evoca imágenes de intercambios totalitarios, prácticamente de vasallaje. La severidad de las imposiciones paternas y maternas oscilaba desde la violencia verbal y corporal, las amenazas castigos y prohibiciones, hasta formas muy complejas de reconvenciones morales y pedagógicas.

Es importante destacar que las descripciones de las abuelas califican el vínculo de sus padres como francamente asimétrico. La madre en una posición de sometimiento e inferioridad frente al padre, pero mediadora en las relaciones entre sus hijos y la autoridad de su esposo. Si bien sus madres administraban la esfera doméstica y la atención directa de su descendencia, eran los padres quienes frecuentemente imponían el tipo de relación en el hogar. Los vínculos familiares de las clases acomodadas corresponden muy estrechamente a los que Josefina Muriel destaca en su texto relativo a la familia criolla novohispana (Muriel, 1991).

Asimismo, las escenas y narraciones denotan interacciones escasas con el entorno exofamiliar a excepción de otros grupos familiares y amistades que estaban en correspondencia cultural y moral con ellas. La educación de los hijos, especialmente de las mujeres, se realizaba celosamente dentro del ámbito doméstico. Las abuelas de clases acomodadas mínimamente participaban del ambiente escolar y de algunas festividades sociales y eclesiásticas. Las de escasos recursos dicen haberse mantenido más estrechamente ligadas a las figuras paternales, apoyando en las labores del hogar o en el trabajo agrícola del padre. Las amistades, las salidas y las visitas eran controladas severamente por los padres, argumentando, por un lado, el beneficio de mantenerse estrictamente en familia y por otro el riesgo exterior que amenazaba con la pérdida de la virginidad de las mujeres, el robo y la disolución de la integridad familiar.

Bajo esta organización religiosa cerrada y autoritaria, con pocas oportunidades, especialmente para las mujeres, no es casual que los matrimonios de las abuelas, excepto en un caso, hayan sido bendecidos por el sacramento eclesial y para toda la vida. Además, explica que las abuelas no hayan tenido un nivel de instrucción mayor de primaria y carreras técnicas, que algunas hayan desertado de las escuelas y que dos de ellas fueran analfabetas.

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